Oración por las vocaciones Oblatas


“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado. Que, como yo os he amado así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” Juan 13, 34-35
CARIDAD FRATERNA
Este es el mandamiento nuevo de Jesús, que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado. Y éste amor hacia nosotros es un amor incondicional, personal, absoluto, hasta el extremos de morir por cada uno de nosotros. ¿Somos nosotros capaces de amar así a nuestro hermano?. Con nuestras solas fuerzas no, pero Dios nos hace capaces de amar así. Éste es el mayor testimonio de la presencia de Cristo en medio de nosotros. Pidamos en este día al Señor que su amor se manifieste en nosotros a través de la entrega a nuestros hermanos.

“La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés, no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”

I Cor. 13, 4-7


CARIDAD EN LOS MISIONEROS OBLATOS

Señor Jesús, que tu Espíritu suscite nuevas
vocaciones en la Congregación de los Misioneros Oblatos.
Escoge hombres y mujeres que con ardiente caridad,
se sientan llamados a
entregar su vida por Ti y por los hermanos.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
La caridad es el eje sobre el que gira toda nuestra existencia. La que debemos tener para con Dios nos ha hecho renunciar al mundo y consagrarnos a su gloria, con todos los sacrificios, incluso el de nuestra vida........... La caridad para con el prójimo también es parte esencial de nuestro espíritu. La practicamos primero entre nosotros, amándonos como hermanos, considerando a nuestra Sociedad como la familia más unida que existe sobre la tierra, alegrándonos de las virtudes, de los talentos y demás cualidades que poseen nuestros hermanos como si los poseyéramos nosotros mismos; aguantando con dulzura los pequeños defectos que algunos no han superado aún; cubriéndolos con el manto de la caridad más sincera, etc.; ante los demás hombres aparecemos exclusivamente como los servidores del padre de familia, los encargados de socorrer, de ayudar, de atraer a sus hijos, con un trabajo asiduo, entre disgustos y persecuciones de toda clase, sin pretender otra recompensa que la que el Señor ha prometido a los servidores fieles que cumplen dignamente su misión.” San Eugenio de Mazenod al P. Guibert, 29 de Julio de 1830

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