Pirateria y música católica, de nuevo

Piratería y música católica, de nuevo
Enviado por Javier F. Chento on Viernes, 22 Mayo 2009

Mi hermano Martín Valverde me envía el enlace a una página Web (que, por supuesto, no voy a publicitar) que ofrece cientos de discos en descarga directa, sin ningún tipo de permiso ni beneplácito de sus autores, evidentemente. Lo curioso y enervante es que en la introducción de la página se atreven a citar un artículo que escribí en contra de la piratería… ¡como si con ellos no fuera la cosa!

¿Qué está provocando la piratería musical en la música cristiana? No voy a hablar de aquellos músicos evangélicos estadounidenses, algunos de los cuales cifran sus ventas en cientos de miles de ejemplares, incluso algún autor que graba en castellano y que tiene “tirón” para alcanzar esas ventas, también. En estos casos el “mercado” ha engullido, en gran medida y en muchos casos, a la evangelización, y se trata de un producto más que los cristianos consumen.

En el mundo de la música cristiana que hacemos desde la Iglesia Católica, por suerte o por desgracia, la realidad no es, ni mucho menos, ésa. Muchísimas producciones, la inmensa mayoría, salen adelante con el sudor y el esfuerzo de los propios autores que invierten lo poco que poseen para poder sacar adelante un CD que, en casi todos los casos, no pasará de los 1.000 ejemplares vendidos, y no logrará recuperar la inversión que se hizo en él.

Muchos argumentarán que la música cristiana es cara; y en muchos casos tienen razón. Hoy por hoy el desembolsar 14 euros ó 15 o 16 dólares, por comprarse un CD de música puede suponer un gran esfuerzo para quien lo quiere adquirir.
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Tengamos en cuenta cuál es el proceso desde que un autor comienza a diseñar un disco, hasta que éste se pone en las baldas de la librería cristiana:

* Primero hay que pagar el coste de la producción musical (cantantes, productores, arreglistas, compositores, ingenieros de sonido, músicos, fotógrafos, diseñadores, imprenta, fabrica de discos, publicidad, etc.)
* Luego, los costes de logística y personal de cualquier productora.
* Sumémosle el incremento de precio que sufren los CDs al pasar por intermediarios: distribuidores, mayoristas, a veces aranceles internacionales y libreros.

En esta “cadena de producción” se van aumentando costes y, lo que en principio costaba una cantidad determinada (y seguramente importante) de dinero, se ve doblado su precio, e incluso más

Internet vino a cambiar algo el panorama, con sus luces y sus oscuridades. Permitió la venta directa de los productos, sin pasar por intermediarios ni librerías, obtyeniendo a cambio mejores precios en los productos pero, a su vez, añadiendo un coste de envío y de tasas de reembolsos que antes no existían. Aún así, salía más barato comprar por Internet, en líneas generales, que irse a la tienda cristiana de turno a por el disco buscado (que, tantísimas veces, no se encontraría en exposición y debería ser encargado, puesto que las librerías católicas en España tampoco tienen un surtido lo suficientemente amplio de lo que se va realizando, sobre todo en los casos de los discos que no son de “la cuerda” de la librería… sé que muchos lectores en España me entenderán).

Internet, también, generalizó la piratería musical, también de los discos cristianos. Cualquiera con un poco de maña en el uso del google no tardará más de 2 minutos en encontrar páginas, blogs, portales que ofrecen descargas gratuitas de discos completos, sin pasar por caja.

Un músico evangélico planteaba esta pregunta abierta: “¿se ha preguntado en alguna ocasión, que sería de todas esas canciones que felizmente canta en su iglesia los domingos en la mañana, si no hubiera quien las escribiese?“.

1. Hay autores cristianos que regalan su música. Un ejemplo de ello son Brotes de Olivo. En su página Web están disponibles todas sus grabaciones, en descarga directa. Hay otros, no muchos, que hacen lo mismo. Muchos de estos compañeros tienen la suerte de disponer los medios para poder realizar las grabaciones, bien porque tienen un estudio de grabación en casa, bien porque cuentan con otros hermanos que les apoyan en las grabaciones de manera altruísta. Pero no es el caso de la inmensa mayoría de los artistas cristianos.
2. Otros autores deciden usar la filosofía de “el precio lo pones tú”: puedes comprar su trabajo y ofrendar lo que te estimes conveniente. Un ejemplo es Luis Guitarra. Sin duda, es una buena manera de concienciar sobre el esfuerzo que supone el realizar una producción, aunque sinceramente no tengo datos si lo que se consigue es suficiente como para poder volver a realizar otra.
3. Hay autores que, una vez amortizada una producción, la ponen a disposición de todo el mundo en Internet. Es el caso de Nico Montero y de mí mismo. Nadie pretende “vivir” de lo que se consigue con los CDs, y una vez que se ha recuperado lo suficiente como para poder seguir haciendo producciones, las canciones se ponen en descarga gratuita.
4. Hay otros que han dedicado su vida y el bienestar de su familia a la evangelización a través de la música. Un ejemplo puede ser Luis Enrique Ascoy, quien, siendo abogado, decidió dejar una brillante carrera en su bufete en Lima para aceptar el llamado a dedicarse completamente a cantarle a Dios y a los hombres.
5. Hay algunos que están atados a contratos con discográficas que nos les permiten tomar la iniciativa sobre sus obras y ofrecerlas en descarga. Muchos dicen, y no sin razón, cuál es el sentido de seguir pagando por producciones que se realizaron décadas atrás, y que están más que amortizadas. La razón, desgraciadamente, en estos casos, es alimentar una maquinaria editorial que sustenta su supervivencia en las ventas, y que no desea perder los beneficios sobre aquellos trabajos que, aunque antiguos, siguen “produciendo”.

Mi postura personal es poder seguir haciendo música cristiana, sin buscar en ello ningún afán ni de notoriedad ni económico, y dejar que la música se distribuya lo más libremente posible. Pero concienciando que, si el autor no recupera al menos lo que puso para realizar el trabajo, no podrá volver a hacer otro. Llevo cuatro años preparando mi nuevo disco y una de las trabas de poder editarlo es, precisamente, que los costos existen y que no puedo afrontarlos… aún.

No voy a decir que la piratería sea pecado; al menos permitidme compartir mi reflexión e intentar concienciar a quien lo hace que, en mi opinión, si no nos concienciamos todos del valor que tiene el anunciar el Evangelio, también, con la música grabada, muy pronto nuestros músicos cristianos (una buena parte de ellos, al menos) vivirán una situación intolerable.


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