Naranjas en el desierto.

El Espíritu Santo sigue actuando como quiere y cuando quiere. Hace 13 años se derramó sobre un grupo de adolescentes en una celebración sencilla en una parroquia que se llama Ntra. Sra. de la Esperanza. Hoy se ha vuelto a derramar, pero esta vez en medio del desierto.

Y me explico. Hace varios meses (casi un año) que busco en España personas para formar un grupo de música cristiana, o músicos con fe para enseñar a los niños y organizar algún taller para que aprendan canto o a tocar la guitarra. No sólo eso, sino que también, estén dispuestos a preparar un concierto o algo parecido. Con mi eterna insatisfacción ante lo que me rodea, no me conformaba con esos criterios; sino que también me atrevo a buscar que sean jóvenes. Pensar eso en estos pueblos donde Dios me ha puesto, es como pedirle al desierto que de naranjas.

Hoy tenía una reunión, se suspendió y, por no quedarme en casa al calor de la estufa frente a la tele llorando mis penas por ese cambio de última hora y porque perdió BOCA la intercontinental (y estuve muy tentado a hacerlo), decidí ir al ensayo de uno de los teatros de navidad que estamos preparando para estos días navideños. Bueno pues ahi el desierto ha dado naranjas.

Quizá sea pronto como para decir que las naranjas ya están maduras. En este momento no son ni siquiera naranjas pero al menos he visto la flor que va camino de convertirse en fruto. Todo es posible para Dios. Y yo no quiero perder la esperanza.

En este momento existen serias posibilidades, tras un año de impaciente espera, de poder armar ese ministerio de música de jóvenes y hacer algún taller para niños. Sólo lo pongo en manos de Dios, Él tiene (eso espero) más interés que yo en que salgan adelante coros de niños y se haga evangelización a través de la música en estos lugares.

Lo dicho que el Espíritu sopla cuando menos te lo esperas. ¡Que siga soplando! ¡Que siga soplando! Y que encuentre gente dispuesta a dar naranjas en el desierto.

Comentarios